La metamorfosis de Begoña
La transformación a través de la alimentación es un fenómeno profundo y enriquecedor. Los testimonios de quienes la han vivido, empezando por la fundadora de Begoístas, son la promesa de una vida mejor
“Era un momento complicado a nivel físico y mental, porque no me sentía bien con mi cuerpo ni lograba pensar con claridad. Intentaba bajar de peso mediante las fórmulas de siempre, sin éxito, y cada día me sentía más hinchada, sabiendo que mis digestiones no eran las adecuadas. Fue entonces cuando en mi mente resonó un mensaje, que con el paso de los días se hizo más fuerte: tiene que haber otra manera”, cuenta Begoña Lluch, fundadora de Begoístas. Y desde luego que la había, estaba a punto de descubrirla.
Pero vayamos al principio de la historia: a Begoña siempre le ha gustado comer. Su familia le transmitió el amor por la gastronomía, no solo a través del amplio recetario de su madre, sino con largos viajes por España y Europa, donde los destinos se elegían en función de los restaurantes. “Es algo que siempre he disfrutado. Incluso ahora me doy cuenta de que, en cada momento importante de mi vida, ha habido un plato de por medio. No recuerdo qué ropa llevaba puesta, pero sé lo que estaba comiendo”, afirma. Se trata, por tanto, de un placer irrenunciable. A esto se suma su pasión por cocinar, que le acompaña desde niña, cuando se colaba en la despensa y jugaba con las cacerolas.
A nadie le sorprendió que abandonara los estudios de Derecho y decidiera formarse en la escuela Le Cordon Bleu de París, donde obtuvo el Gran Diploma de Cocina y Pastelería, además de recibir la Mención de Honor de su promoción. Tras trabajar en los hoteles más prestigiosos de Francia, regresó a Valencia para fundar su propia escuela de cocina y la empresa de catering 'La Cocina de Begoña Lluch’. Pasaría años organizando los grandes eventos de la ciudad, tras lo que se marchó a Madrid y Estados Unidos por motivos personales. Y fue precisamente al otro lado del Atlántico, cuando entró en contacto con las nuevas corrientes de alimentación y gestó la filosofía de la Healthy Epicurean Food.
Empezaba la transformación, aunque aún no fuera consciente. Lluch obtuvo dos visados de Habilidades Especiales y Talento Extraordinario, precisamente por su trabajo en este ámbito. Paralelamente, ejercía como Executive Chef en el Senior Living más prestigioso de Florida: Morse Life. “Dar de comer a personas mayores de procedencias tan distintas no solo me descubrió ingredientes y recetas, sino que me abrió la mente”, afirma. Se suma que quedó profundamente marcada por una experiencia dolorosa: la enfermedad de su padre. Los viajes al MD Anderson Cancer Center, donde se encontraba ingresado, la convencieron del impacto que tiene la mejor o peor alimentación sobre la salud.
Tendría que atravesar una última crisis que lo puso todo patas arriba para proponerse la creación de Begoístas. De vuelta a España, y encontrándose al frente del catering del chef Quique Dacosta, estalló la pandemia de la Covid-19. Y con ella, las prioridades que creía tener saltaron por los aires. “Mi Norte cambió. Desde entonces, no he dejado de estudiar e investigar sobre los efectos de la alimentación en la salud y el bienestar”, dice.
El día en el que te salen alas
La comparación con la metamorfosis no es descabellada. “Ahora que sé todo lo que sé, pienso en mi ‘yo’ de hace diez años y me doy cuenta de que tenía estrés crónico. Me despertaba con dolor de cuerpo, con alergias en la piel, con jaqueca”, recuerda Begoña. Está convencida de que, con una alimentación adecuada, habría sobrevolado muchos problemas, y de ahí las alas. “Nunca imaginé que un cambio de alimentación me sacaría de esa etapa vital en la que sufrí tanto. Comiendo bien hubiera pensado con claridad y mis decisiones vitales habrían sido otras”, cree. Hace especial hincapié en los niveles de serotonina, esa ‘hormona de la felicidad’ estrechamente relacionada con el estómago.
Pero como casi siempre en la vida, el cambio empezó a operar tras tocar fondo y tomar la decisión de iniciar una nueva etapa. Por suerte, tenía los conocimientos. “Era tan fácil como aplicar en mí los principios que había estudiado y que ya usaba con otros clientes”, prosigue. Renunció al gluten, la carne roja y los azúcares refinados para dejar espacio a otros productos más beneficiosos. Su despensa se llenó de multitud de ingredientes, como cereales integrales, algas, semillas, frutos secos, fermentados y alimentos con alta densidad nutricional (también llamados superfoods). “Lo último en llegar fueron las raíces y los adaptógenos, que ayudan a controlar el estrés y aumentan la inmunidad”, explica.
¿Los efectos? En apenas cinco días, ahí estaban los primeros. Ni ojeras ni jaquecas. Se irían incrementado con el paso del tiempo, hasta el punto de mejorar las digestiones y disparar los niveles de energía. “Aluciné cuando las marcas del acné que había tenido en los pómulos desde la adolescencia, y que pensé en eliminar con láser, desaparecieron. Y más allá de la transformación física, la gran sorpresa fue la mental. “Pensar con claridad y serenidad cambia cada decisión que tomas, y eso genera un efecto dominó que logra transformar tu vida por completo y siempre para bien”, asegura Lluch, años más tarde.
La experiencia le dice que no hay un perfil de persona ni una edad límite para entregarse a la transformación. Tampoco un plazo para sentir los efectos. “Empiezas hoy y la semana que viene te cabe la ropa que no te cabía, y te sientes más fuerte por dentro y por fuera. No dejas de preguntarte por qué nadie te lo había dicho antes”, evoca. Pero está segura de algo: el cambio siempre empieza por ti. “Nosotras nos encargamos de transmitirte nuestra filosofía y guiarte mediante los planes de nutrición, pero no podemos forzar ese ‘aha moment’. Es un ‘clic’ que a cada uno le llega en distintos momentos de la vida. Es la chispa de la transformación que un día se enciende en cada persona”, concluye.