Su pasión por la comida le condujo hasta la cocina, y de ello hizo su trabajo. Tras nueve años en restaurantes de alto standing, Alejandra es la jefa de cocina que todo chef desearía. Inició sus estudios en Guatemala, su tierra natal, donde trabajó en una empresa con distintos servicios gastronómicos -chef privado, catering y asesoría-. Pero en 2015, llegó a España y empezó su andadura de cinco años dentro del grupo gastronómico Quique Dacosta, pasando por el restaurante tres estrellas Michelin de Dénia o El Poblet. Luego vendrían Aticook, La Salita o Gran Azul.

En constante evolución… Alejandra entiende la gastronomía como algo cambiante, para nada estático, y la vive como una especie de metamorfosis. Así que está abierta al aprendizaje constante, pasando por la pastelería o el food styling.  Y no solo eso: su inquietud también le ha llevado a dirigir la mirada hacia la investigación en esos campos aún por explotar, como la fermentación, la nutrición o los súper alimentos.

Con un objetivo claro… “Considero que la cocina es una vía de expresión”, afirma Alejandra, y trata de que sus platos representen los valores en los que cree. Se ha adentrado en la búsqueda de una cocina más sostenible, que se preocupe por el origen de los alimentos y sus consecuencias sobre la salud personal, social y ambiental. En definitiva: una cocina que vaya mucho más allá, que sea consecuente, que alimente tanto el cuerpo como el alma.